Maestro y padre de familia se unieron ¿para siempre?

Mire lo que son las cosas, la pandemia del covid-19 ha propiciado el ambiente para que, a través de un plan piloto improvisado, maestro y padre de familia unan, aún más, sus esfuerzos en la formación de los futuros ciudadanos del este país y del mundo entero.

Podríamos decir que ni el maestro se imaginó acercarse tanto a las familias de los estudiantes; ni el padre de familia se imaginó acercarse tanto a la escuela. Todo de una manera tan repentina que apenas si han tenido tiempo de reflexionar sobre el asunto.

Un acercamiento muy peculiar: a través de la tecnología. A marcha forzada, el canal 10, otrora niño bonito de la reforma educativa de 1968, ha resurgido para unirse a esfuerzos discontinuos para tratar de utilizar el internet como recurso del sistema educativo.

Las «teleclases» de la Franja Educativa y las guías de trabajo elaboradas por especialistas del MINED llegan directamente tanto a maestros como a padres de familia y estudiantes. Las dudas que surgen al momento de resolver los retos planteados en ambos instrumentos se solucionan, por el lado del maestro, consultando e investigando y, por el lado del padre de familia, llamando al docente para buscar respuestas y ponerse de acuerdo. Suenan WhatsApp, videoconferencias rápidas, llamadas telefónicas para hablar de contenidos y metodologías. Urge porque la siguiente semana viene otra «teleclase» y con ello, nuevas tareas. Juntos reflexionan sobre la práctica pedagógica.

En algunas instituciones, el maestro conversa, simultáneamente, con dos o tres estudiantes, a través del Zoom, en una relación más personalizada. El padre de familia participa en esta conversación. Además, a través de una plataforma, envía y recibe tareas. O por medio de correos electrónicos, conoce, al instante, del avance de los estudiantes de un grado completo, preparado por el docente. El padre de familia incursiona en la intimidad del aula y el docente lo acepta sin reclamo. La escuela se extiende, casi se fusiona con el hogar. El maestro adquiere nuevas funciones y un tiempo de calidad más intenso en la relación con el estudiante y sus padres. Un plan piloto como de cuento de hadas, en donde el padre de familia no sale a su trabajo y el maestro es casi un superhéroe.

Cuando todo vuelva a la normalidad, los padres madrugarán a marcar tarjeta y regresarán cansados, y los maestros a la escuela a atender cincuenta niños o jóvenes en cada grado, dos grados en un turno, vigilar la higiene del centro escolar, moverse a un segundo turno. Además, tendrá que montarse en el ritmo de la teleclase o esta someterse al ritmo de la realidad de la escuela tradicional.

Este plan piloto inesperado evidencia nuevos hallazgos para ser analizados y tomar soluciones en las formas de hacer educación en el país. Es indispensable recoger la experiencia en escuelas públicas y en colegios privados, estudiarla y sacar las mejores conclusiones.

En medio de estos dos gigantescos males que nos llegaron de repente, dos piezas clave en la formación del futuro ciudadano se han unido más, habrá que tomarlo como una buena señal de salida de este túnel y trabajar para alcanzar el final feliz de este cuento maravilloso.

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