Rusia, Irán y Turquía se alían para confrontar a Occidente y repartir su influencia en Siria

Las relaciones entre Rusia y Persia/Irán nunca fueron fáciles. Entre 1651 y 1828 se enfrentaron en cinco guerras por el control del Cáucaso. El imperio ruso terminó predominando, aunque siempre tuvo que soportar un ojo persa sobre sus movimientos en la Transcaucasia. Con la II Guerra Mundial, las fuerzas soviéticas aliadas a las británicas invadieron Irán para garantizar el suministro de petróleo y terminar con la influencia del Eje en Medio Oriente. Durante la Guerra Fría y hasta el fin de la monarquía en 1979, Irán se alineó con Estados Unidos. A partir de la revolución islámica, los unió el espanto. Cada vez que Moscú o Teherán se enfrentaron al “Gran Satán” americano, el otro lo apoyó. Ahora, las sanciones comerciales de Occidente terminaron por unirlos aún más.

Una amistad que escenificó Vladimir Putin al salir de su órbita de influencia por primera vez desde que lanzó la invasión a Ucrania para entrevistarse con el Líder Supremo iraní, Alí Khamenei, y el presidente Ebrahim Raisi en Teherán. Fueron charlas sobre estrategia de guerra, esta vez como aliados. Los volvió a unir el espanto. Moscú y Teherán están bajo las sanciones comerciales más severas de su historia. Se necesitan mutuamente para el intercambio comercial y no depender exclusivamente de China. También está la urgencia: para continuar con su ofensiva de Ucrania, Rusia necesita imperiosamente los drones que desarrollaron los iraníes.

Para mostrar que también tienen un corazón grande, invitaron a la cumbre a Turquía. Se les unió el presidente Recep Tayyip Erdogan. Los tres mandatarios charlaron sobre Siria con un gran mapa en la mano. Las tres potencias regionales juegan sus propios intereses en la guerra que azota a ese país desde 2011. Rusia e Irán apoyando al régimen de Bashar al Assad, Turquía en una jugada de influencia a las puertas de su territorio y con la minoría kurda como amenaza. Entre medio, Putin y Erdogán coordinaron sus posiciones para reanudar las exportaciones de grano ucraniano “con el fin de aliviar la crisis alimentaria mundial”.

Desde la Casa Blanca denunciaron esta semana que funcionarios rusos visitaron un aeródromo en el centro de Irán al menos dos veces la última semana para revisar los drones con capacidad armamentística de Teherán para su posible uso en Ucrania. Ayer, bajo cuerda, se firmó el acuerdo formal. Se sabe que Irán cuenta con un variado ecosistema de aviones no tripulados y ofreció a Rusia, según un informe de la CNN, los aviones no tripulados “asesinos” Shahed-191 y Shahed-129. El 191 alcanza una velocidad de crucero de unos 160 km por hora con un alcance de 1.700 km y un techo de 24.000 pies de altura. El 129 puede transportar hasta ocho bombas miniaturizadas de precisión Sadid-345 capaces de alcanzar objetivos en movimiento. El pequeño tamaño de la bomba, con un alcance de 6 km, es perfecto para usar sobre las unidades ucranianas que defienden ciudades y pueblos.

El Shahed 191 lleva dos misiles Sadid-1 internamente, tiene una velocidad de crucero de 300 km/h, un alcance de 450 km y una carga útil de 50 kg. El techo es de 25.000 pies. La Agencia de Noticias Fars de Irán dice que el Shahed 191 ha sido utilizado en combate en Siria.

Ambos son drones furtivos, más difíciles de detectar por las defensas aéreas, y pueden complementarse en las operaciones. Tienen la capacidad de emprender misiones de largo alcance para encontrar y destruir, por ejemplo, los lanzadores de cohetes móviles HIMARS suministrados por Estados Unidos, que actualmente están desplegados en Ucrania, así como para derribar las defensas aéreas ucranianas. Además, los drones son relativamente baratos y prescindibles, a diferencia de los aviones con tripulación.

El acuerdo es un salto cualitativo en las relaciones ruso-iraníes. Irán hará por Rusia algo que sólo China es capaz de hacer pero que no concreta para no enfrentarse a las represalias de Estados Unidos en un momento en que su interés bélico está centrado en Taiwán. Esto convierte a Irán en un socio muy especial para Rusia. Ayer, Putin y Raisi hablaron de elevar su relación a la categoría de “estratégica”. Acorralado por Occidente y sus rivales regionales, el gobierno iraní está aumentando el enriquecimiento de uranio, reprimiendo la disidencia y acaparando titulares con posturas optimistas y de línea dura que pretenden evitar que la moneda iraní, el rial, se desplome. Sin el alivio de las sanciones a la vista, la asociación táctica de Irán con Rusia se ha convertido en una sociedad de supervivencia.

Con este acuerdo militar, Irán también consigue algo impensado, desplegará su armamento en el teatro de operaciones europeo contra los sistemas de defensa aérea suministrados a Ucrania por Estados Unidos y los países de la OTAN. No puede haber muchos paralelos de una potencia media emergente que preste una ayuda tan crítica a una superpotencia en una guerra de alta tecnología en condiciones reales en el frente. Por supuesto, mejora la posición de Irán a nivel regional e internacional.

A pesar de su supuesta incómoda posición, el gobierno de Ankara también logró imponer su peso regional. Erdogan volvió a jugar su carta de “gran componedor” buscando una salida a la guerra en Ucrania y a las negociaciones para desbloquear la salida del grano ucraniano a través del Mar Negro. Turquía, miembro de la OTAN, se enfrentó a Rusia en los conflictos de Azerbaiyán, Libia y Siria. Incluso vendió drones similares a los iraníes que las fuerzas ucranianas utilizan para atacar a a las fuerzas rusas. Pero Turquía no impuso sanciones a Moscú, lo que la convierte en un socio muy necesario para el Kremlin. Al mismo tiempo, con una inflación galopante y una moneda que se deprecia a velocidad argentina, Turquía también depende del mercado ruso.

La reunión también tuvo significado simbólico para el frente interno de Putin. Mostró que todavía tiene músculo diplomático, incluso cuando está cada vez más aislado y se hunde más en la confrontación con Occidente. El mismo efecto es el que buscaron los ayatollahs iraníes. La cumbre se realizó apenas unos días después de que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, visitara Israel y Arabia Saudita, los principales rivales de Teherán. Desde Jerusalén y Jeddah, Biden instó a Israel y a los países árabes a hacer frente a la influencia rusa, china e iraní, que se profundizó con la percepción de la retirada de Estados Unidos de la región.

Precisamente, la cumbre tripartita estuvo centrada en otro de los conflictos regionales, el de Siria, en el que Irán y Rusia respaldan al régimen de Assad, mientras que Turquía apoya a las facciones armadas de la oposición. Rusia intervino en el conflicto en 2015, aunando esfuerzos con las fuerzas iraníes y utilizando su poderío aéreo para apuntalar al incipiente ejército de Assad. Se expusieron las diferencias y las salidas convenientes para los tres en la que todos mantendrán una cuota de poder en ese país. Pero Turquía tiene aún “asuntos pendientes” y Erdogán volvió a amenazar con una nueva ofensiva militar en el norte sirio para alejar de sus fronteras a los combatientes kurdos sirios respaldados por Estados Unidos. La operación forma parte del plan de Turquía de crear una zona segura a lo largo de la línea divisoria con Siria que fomente el retorno voluntario de los refugiados sirios.

Unas horas antes del encuentro, el Líder Supremo, Khamenei, lanzó una severa advertencia contra la prevista incursión turca. “Cualquier tipo de ataque militar en el norte de Siria perjudicará definitivamente a Turquía, a Siria y a toda la región, y beneficiará a los terroristas”, dijo el máximo dirigente iraní, subrayando la necesidad de “poner fin a la cuestión mediante conversaciones.” En su discurso, Erdogan hizo un llamamiento a la solidaridad en la lucha contra los grupos militantes kurdos, así como contra una red liderada por un clérigo musulmán afincado en Estados Unidos al que Ankara acusa de orquestar un golpe de Estado fallido en 2016. “Son molestias que perturban la calma de los países donde están presentes”, dijo. “Tenemos que seguir liderando una lucha contra ellos”. Es un tema que queda pendiente y en desarrollo.

La semana pasada, funcionarios de la ONU, Rusia, Ucrania y Turquía llegaron a un acuerdo provisional para garantizar la exportación de 22 millones de toneladas de productos agrícolas que se necesitan desesperadamente y que están atrapados en los puertos ucranianos del Mar Negro por los combates y las minas submarinas rusas. Ayer, Putin y Erdogan buscaron despejar los obstáculos restantes, un paso importante para aliviar una crisis alimentaria que ha disparado los precios de productos básicos vitales como el trigo y la cebada. De todos modos, Rusia continúa robando una buena parte de la producción de granos ucraniana que vende en el mercado negro mientras los turcos miran para otro lado.

En la tripartita, fue Putin el gran favorecido. Recibió un apoyo total a su guerra en Ucrania por parte del líder supremo de Irán, que fue mucho más allá que cualquier otro aliado ruso. Khamenei repitió el argumento del Kremlin de que Estados Unidos y Europa no habían dejado al Kremlin otra opción que invadir Ucrania. “La guerra es una empresa violenta y difícil y la República Islámica no se alegra en absoluto de que la gente se vea envuelta en una guerra”, dijo el Líder Supremo a Putin. “Pero en el caso de Ucrania, si usted no hubiera tomado el timón, la otra parte lo habría hecho e iniciado una guerra”. No hay foto de ese momento, pero se puede imaginar el gesto de inconmensurable satisfacción de Putin.

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