Orcas asesinas frente a tiburones blancos: qué ocurre cuando se enfrentan las dos especies marinas más temidas

Un par de orcas, conocidas como ‘ballenas asesinas’, aterrorizan las costas de Sudáfrica desde 2017. Matan a los grandes tiburones blancos para extirparles y devorar su hígado y su corazón. Son tan feroces que han logrado expulsar a un gran número de ejemplares de su hábitat natural. Los resultados acaban de publicarse en la revista ‘ African Journal of Marine Science’, donde se han utilizado avistamientos y datos de rastreo que demuestran que los tiburones blancos están evitando ciertas regiones de la costa de Gansbaai, territorios que han dominado durante muchos años.

Desde 2017, ocho grandes tiburones blancos han llegado muertos a la costa, con signos evidentes de ataque: a siete de ellos les extirparon el hígado y a algunos también el corazón.

Además, estas dos orcas tienen su propia ‘marca distintiva’, por lo que los investigadores piensan que puede haber muchas más víctimas que no han sido arrastradas hasta la costa.

Estos hallazgos refuerzan la hipótesis de que los tiburones usan su sentido del miedo para desencadenar una migración rápida, masiva y a largo plazo cuando su depredador está cerca. Son dinámicas comunes en otros animales, pero normalmente involucran a unos pocos sujetos, no a tantos ejemplares como en este caso.

Evasión a gran escala
En la investigación se han rastreado hasta 14 tiburones, que ciertamente evitan las áreas donde las orcas están presentes. De hecho, Gansbaai era tradicionalmente un lugar donde los turistas podían ver tiburones blancos, pero estos han emigrado a la zona de Cabo Oeste, a varios cientos de kilómetros.

«Inicialmente, después de un ataque de orca en Gansbaai, los grandes tiburones blancos no aparecían durante semanas o meses. Sin embargo, lo que parece que estamos presenciando es una estrategia de evasión a gran escala, que refleja lo que vemos que usan los perros salvajes en el Serengeti en Tanzania, en respuesta al aumento de la presencia de leones. Cuanto más frecuentan las orcas estos sitios, más tiempo se mantienen alejados los grandes tiburones blancos», explica Alison Towner, bióloga de tiburones blancos en Dyer Island Conservation Trust y autora principal del estudio.

«La investigación es particularmente importante, ya que al determinar cómo los grandes depredadores marinos responden al riesgo, podemos comprender la dinámica de coexistencia con otras comunidades de depredadores; y estas dinámicas también pueden dictar las interacciones entre competidores o la relación depredador/presa dentro de la especie», añade.

Antes de que las dos orcas llegaran, solo hubo dos casos en los últimos 15 años desde que comenzó la recopilación de datos en Gansbaai: el primero en 2007 (y después de la cual los tiburones blancos desaparecieron de la zona durante una semana) y otro en 2016 (cuando no regresaron hasta tres semanas después). Después llegó la ‘debacle’ de los tiburones blancos, que no tiene precedentes en el área.

Nuevo depredador
«Todo esto ha provocado la aparición de un nuevo mesopredador -depredador situado en la zona media de la cadena trófica-, el tiburón ballenero de bronce. El equilibrio es crucial en los ecosistemas marinos; por ejemplo, sin grandes tiburones blancos que restrinjan el comportamiento de los lobos marinos, las focas pueden depredar a los pingüinos africanos en peligro crítico o competir por los pequeños peces pelágicos que comen. Ese es un impacto de arriba hacia abajo», dice el investigador. «Pero también tenemos presiones tróficas de ‘abajo hacia arriba’ debido a la pesca extensiva de abulón, un molusco que se alimenta en los bosques de algas a través de los cuales estas especies están conectadas. En pocas palabras, aunque esta es una hipótesis por ahora, los impactos de las orcas que eliminan a los tiburones probablemente tengan un alcance mucho mayor», señala.

Los tiburones blancos no se enfrentan solo a la presión de la caza por parte de estas dos orcas: su territorio se acota debido a las redes de protección de bañistas. Además, se trata de una especie vulnerable, ya que necesita de largos periodos de tiempo para llegar a la madurez. «Una mayor vigilancia utilizando la ciencia ciudadana (por ejemplo, informes de pescadores, embarcaciones de turismo), así como estudios de seguimiento continuos, ayudarán a recopilar más información sobre cómo estas depredaciones pueden afectar el equilibrio ecológico a largo plazo en estos complejos paisajes marinos costeros», insiste la autora.

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